Alternativas, periferias y anti-hegemonías, opciones de circulación artística en Bogotá


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En la década de 1990 la Galería Garcés Velázquez, exhibió instalaciones, desafiando algunos de los clichés del mercado local.  En esa misma época optarían por riesgos similares otras salas como Galería Arte 19 o Valenzuela y Klenner y aparecerían espacios con otra vocación como Gaula, Vena Artería, Espacio Vacío, Casa Guillermo, así como un sin número de opciones más eventuales.  Una década más tarde, han vuelto a emerger diversos lugares destinados a albergar proyectos de exhibición de toda índole, como Ganga Internacional Gallery, o Galería MAR, gestionados por artistas jóvenes, egresados de diferentes universidades, y manejados con criterios enteramente diferentes a los de las salas institucionales o formales.  El objeto social (por llamarlo de alguna manera) de esos “nuevos” espacios se afinca tanto en procesos de divulgación de las prácticas artísticas, como en formas de comercialización alternativas orientadas en principio a la autopreservación.

En 2002 abrió El parche, integrado por Michele Faguet, José Tomas Giraldo, Alex Volovisky y Eduardo Consuegra, que se desintegró antes de cumplir seis meses de existencia, dando origen al Espacio La Rebeca, dirigido por la misma Faguet que comenzó en la misma sede de Valenzuela y Klenner de donde se mudo un año después al barrio Teusaquillo. La Rebeca operó a lo largo de tres años gracias a los aportes de fundaciones extranjeras y tuvo como particularidad la generación de un significativo intercambio con el contexto internacional, principalmente el latinoamericano, realizando 25 proyectos, antes de que su directora se trasladara a la ciudad de Vancouver en mayo del 2005.

Esfuerzos, como los anteriormente descritos, son parte de un estimativo de alrededor de setenta espacios de exhibición en Bogotá dentro de los que se pueden inscribir públicamente proyectos artísticos de muy diversa índole.  La necesidad de esta infraestructura es un efecto del alto nivel de oferta en formación artística en la ciudad, pero también parece responder a una insatisfacción de muchas de las personas que se mueven dentro del campo artístico ante el trabajo realizado por instituciones o entidades formalmente orientadas en esta dirección.

De lo anterior se desprende la idea de que los espacios periféricos a las instancias institucionales ponen a circular proyectos que no se adecuen a la lógica del capital o a los discursos hegemónicos en el campo artístico. Incluso el insistente trabajo de colectivos o grupos ha conducido a la implementación de estrategias de circulación que se cruzan hábilmente con el ámbito institucional o corporativo, como es el caso del colectivo Barbatruco y su proyecto Intervenciones en espacios universitarios, que obtuvo un mayor nivel de apropiación por parte de los participantes que otros proyectos similares gestados desde esas mismas instituciones. En el ámbito corporativo, la situación no siempre es tan alentadora como nos recuerda el proyecto Sale, que termino llamándose Pure White / Art Sale en virtud de la marca del patrocinador que lo ubicó fuertemente cerca de proyectos similares organizados por ese tipo de corporaciones. Cabría preguntarse por las implicaciones ideológicas de uno y otro caso sopesando sus alcances en todas las direcciones.

La multiplicación de los espacios de circulación, permite la emergencia de voces y criterios contrarios o al menos disidentes a los consensos y concepciones hegemónicas.  Sin embargo, el campo del arte en Bogotá aún está bastante lejos de verse fortalecido en su capacidad de relación con otros sectores porque su organización y planeación siguen siendo incipientes y porque no ha equiparado el nivel de complejidad de su dimensión creativa en sus otras dimensiones.