Danilo Dueñas, instalador
Año: 2002
a.
La arquitectura se ha
vuelto paulatinamente el límite lógico de la obra de Danilo Dueñas. Sus últimas exposiciones han resaltado una
característica notable, latente en su obra anterior, y es la concepción como proyectos
de sitio específico. Todos los rasgos
materiales que articulamos en nuestra percepción como un principio de imagen dentro de su obra, existen simultáneamente en una sola superficie: la del
espacio físico que contiene sus muestras.
Sin embargo esta superficie parece definirse por dos concepciones
distintas del tiempo: una de ellas es la huella temporal del reflexivo proceso
que ha llevado a que se configure cada una de sus piezas por separado, y la
otra es la temporalidad expandida dentro el cual la percibimos y que se nos
hace evidente por esa coincidencia de la materialidad de sus signos, como
conjunto, con el contexto arquitectónico.
b.
Esta doble condición de
sentido que vemos aparecer en las imágenes, que mal llamamos abstractas, parece
proceder de un momento ubicado incluso más allá del umbral del modernismo. Según las discusiones que se han argüido
respecto a los trasfondos de ese momento histórico, se haría visible una
estructura aún más atávica en torno a este doblez que se arraigaría en el siglo
XIX o incluso antes. Las contiendas que llevarían al surgimiento de la
sensibilidad moderna, tendrían que ver con las transformaciones de los
conceptos de los sagrado y lo secular una vez que la producción artística se
viera afectada por la revolución industrial en el XVIII. Los dos movimientos que parecieron heredar
los efectos de esos dos campos fueron el simbolismo y el
impresionismo.
Estos dos estilosparecieron contraponer sus intereses conduciendo a una fuerte convicción
metafísica en el caso del primero y a un abierta vocación materialista en el
caso del segundo. De esta forma los simbolistas veían una significación
profunda en las imágenes proveídas por el mundo, mientras que los
impresionistas asumían como su preocupación esencial el análisis de la manera
en esas imágenes eran percibidas. Si los primeros estudiaron iconología, los
segundos indagaron en fisiología óptica. Por estos motivos algunos autores como
Rosalind Krauss señalan que detrás de la retícula de un Mondrían, lógicamente
hablando, desfila el entramado de una ventana simbolista disfrazado de la
rejilla de un tratado de fisiología óptica.
Un poco más de un siglo
después, esta paradoja no ha sido resuelta. Por lo tanto siguen apareciendo
discusiones que presuponen en los hechos artísticos una función trascendente
(profunda, relevante, verdadera) aun cuando a la vez se espere de ellos una
determinada respuesta inmanente (estructural, aplomada, rigurosa). Por este motivo, una de las curiosas
transformaciones a las que condujo el análisis moderno de la superficie
pictórica fue que aun cuando la obra fuera concebida como una determinada
proyección hacia un espacio lógicamente distinto a aquel en el cual
experimentamos el mundo, existía materialmente como un objeto más dentro de él.
En la segunda década del
siglo, este concreto interés en la dimensión objetiva del arte se complejizó,
cuando los signos artísticos fueron perdiendo su centro, y el arte comenzó a
dirigirse a sus espectadores en “otros” términos. Es ahí cuando podemos hablar de un movimiento
“entre el objeto a la imagen”, que supone a esta última como una proyección
desde nuestro propio espacio hacia nuestra conciencia y no desde ella hacia un
espacio ideal. Es ahí cuando muchos
autores están de acuerdo en situar el origen de la, a veces no tan célebre,
práctica de la instalación.
a’.
Cuando Danilo Dueñas
produjo su exposición Espacio Liminal pareció hacer hincapié en la
manera como cada una de sus piezas constituyentes, sin importar si fueran
“originalmente” concebidas para ella o no, extraían su sentido del
conjunto. Este tipo de principio
significativo es lo que suele denominarse como arte de situación, una condición
subyacente a los proyectos específicos de sitio. En sus proyectos recientes
este artista, pareciendo hacer honor a su apellido, se adueña de todo
tipo de gestos materiales, (incluyendo incluso algunas de sus piezas
anteriores) para conformar un tipo de situación que se articula eficazmente con
los rasgos axiomáticos de la experiencia arquitectónica que caracterizan la
sala de exhibición.
Dicho de una manera más
sencilla, él ha encontrado que el espacio expositivo tiene una historia
abstracta que contar, por lo que simplemente acopla a ella diferentes tipos de
glosas (unas nuevas y otras no). Esta sumatoria
lleva a que la obra exista simultáneamente en diferentes contextos perceptivos.
En primer lugar debería mencionarse la forma en que cada “gesto pictórico” es
visto como parte de la pieza, que se lee como globalidad. Esta pieza a su vez, es tomada como un hecho
singular en relación con el conjunto producido con las demás piezas
circundantes. Este conjunto igualmente
se ve como una parte de la situación conformada por cada muro y los muros,
finalmente, se comportan como unidades,
que se insertan dentro de una situación global que es la muestra
entendida como instalación. Este proceso de distanciamiento y reconfiguración
de los problemas planteados podría compararse con los procedimientos
característicos de la inteligencia, que según los entendidos involucra el
ejercicio de ver como un hecho singular se inserta en un todo que se lee como
hecho singular para otro todo mayor de forma sucesiva.
Lo interesante de la obra
de Danilo Dueñas, es la forma como ha asimilado a su trabajo todo el trasfondo
de ideas que respaldan históricamente la formulación de la superficie pictórica
como problema filosófico. Por este
motivo sus obras siguen permitiendo complejas lecturas hacia dentro o hacia
fuera de ellas, que hacen que veamos valor en sus piezas por separado o en las
imágenes que éstas llegan a proyectar.
Por estos motivos no es de extrañar que su trabajo sistemáticamente lo
haya aproximado hacia una formulación cada vez más sofisticada de imágenes en
el campo de la instalación.
Jaime Cerón
Bogotá, agosto de 2002