El cielo con las manos
Texto escrito para la exposición Tocar el cielo con las manos de Jaime Tarazona en la galería Nueveochenta.
Año: 2007
El paisaje es quizás uno de los géneros artísticos que mas hábilmente reprime sus componentes culturales y políticos. Bajo la premisa de que simplemente registra “un lugar en el mundo“, el paisaje tiende a ocultar las representaciones culturales que sustentan su funcionamiento. Siguiendo a Roland Barthes, se podría ver de que el realismo siempre responde a un sistema de convenciones que estaría antecediendo la configuración de cualquier imagen por lo que el realismo no copia lo real sino que copia, una copia. Cuando en un recorrido por el campo pensamos que una determinada extensión de terreno es un paisaje, estamos cayendo presos de esas convenciones culturales, porque no consideramos un lugar cualquiera como un paisaje, sino uno que efectivamente “parezca” un paisaje. De esa manera lo que vemos es una repetición de una imagen ya existente, que a su vez repite una imagen anterior, que tendrían antes de sí otra más. Por ese motivo, el modelo cultural de realidad que se perpetua cuando se “pintan paisajes” es doblemente colonial, porque tanto el medio como el fin responden a los fundamentos de una cultura que se convirtió en hegemónica por los efectos del colonialismo.
Jaime Tarazona emprendió el proyecto El cielo con las manos, con el fin de revisar tanto la naturaleza convencional del paisaje como su trasfondo colonial. Tarazona centra su atención en los códigos de representación del cielo dentro del paisaje y los abordan desde dos tipos de imágenes. En el primer tipo, soportado en fotografías realizadas con cámaras oscuras, el registra diferentes lugares de Colombia, ya sea en el amanecer o el atardecer. Los bordes de edificios y monumentos, se recortan sobre una serie de cielos que exploran las diferentes atributos que el género del paisaje le ha otorgado al concepto de cielo, en el proceso de construirlo culturalmente. El segundo tipo de imágenes lo constituyen varias pinturas realizadas a partir de estampas europeas que representan el territorio americano. Mediante plantillas él se apropia de fragmentos del cielo de esas estampas, reforzando los patrones seriales que las configuran y los ubica sobre zonas de color homogéneo que refuerzan su artificialidad.
El cielo con las manos, es una indagación acerca de la manera como el concepto de naturaleza se construye culturalmente y sobre los efectos de apreciar la naturaleza como un valor universal, que impide ver los conflictos sociales y políticos que han caracterizado históricamente la ocupación del territorio. La “naturalización” del concepto de naturaleza que promueve el paisaje es una de las precondiciones para que olvidemos esos conflictos que en el caso de Colombia han cobrado proporciones gigantescas desde el inicio de nuestra colonización.
Jaime Cerón