Desde que comenzó a trabajar como artista, Antonio Caro se ha caracterizado por movilizar principios de resistencia cultural y política frente a la persistencia del colonialismo durante la modernidad. Comenzó revisando las construcciones sociales en que se han basado las nociones de realidad, que de manera acrítica tienden a afiliarse a la lógica del capital preservando la idea de consumo como principio de relación con el mundo. Ha suscitado en los espectadores respuestas reflexivas que terminan implicándolos a ellos mismos dentro de las obras, como consecuencia de la retroalimentación que produce su experiencia cultural. Lo que los espectadores parezcan saber del mundo será lo que llegue a configurar el significado de los indicios que él propone dentro de su trabajo artístico.
Su obra en conjunto ha mantenido hasta el presente una inquietante actualidad, al punto que sus obras tempranas siguen siendo vigentes, no solamente por los señalamientos que provocan sino también por las estrategias formales y comunicativas desde las cuales fueron configuradas.
Antonio Caro no solo se ha resistido a la lógica cultural del capitalismo sino también al sistema institucional del arte en la modernidad. Por eso ha confrontado las convenciones culturales y los códigos simbólicos que le dieron forma el arte moderno y en ese mismo sentido ha cuestionado el rol institucional del arte y de sus instituciones.
El trabajo de Antonio Caro ha circulado a través de distintos canales que pueden activar o movilizar sus enunciados de manera heterogénea según los contextos específicos en donde se pueda inscribir un proyecto. Por ese motivo una misma obra puede ser producida o reproducida de diversas maneras para responder a situación en la cual se propone su inscripción pública. Durante la última década ha implementado un principio que él mismo denomina “reposición”, que consiste en volver a producir y a poner en circulación obras asociadas a una dimensión objetual fija, pero que en realidad pueden responder conceptualmente a otras dimensiones. Tal es el caso de sus versiones recientes de Colombia-Coca-cola, que realizó en 1976 cruzando la tipografía de una marca comercial multinacional con el emblema de identificación de nuestro país, con el fin de generar preguntas acerca de la soberanía y el poder.
En 1972, en el marco de la exposición Nombres Nuevos, organizada por el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Antonio Caro presentó su obra “El imperialismo es un tigre de papel”. Se trataba de una instalación que literalizaba una frase que había servido como máxima de algunas posturas radicales de la izquierda en América Latina. Antonio Caro ha dicho que la concepción de esta obra no se debió a un encuentro fortuito, sino que surgió de una investigación metodológica que pretendía converger en un punto en concreto. Para él era un reto significativo introducirse en un escenario tan polarizado como lo era la arena política del momento. Al tratarse de una obra que proponer un enunciado que no es cerrado por el artista y que espera generar su significación por la resonancia cultural e ideológica en los espectadores, no tuvo un efecto convincente en los actores políticos e incluso obtuvo rechazo de los más ortodoxos.
Antonio Caro comprendió que el arte enunciado conscientemente como político, no le hace aportes significativos a la política y por eso le interesó llevar a cabo una práctica artística que lograra tener implicaciones políticas.
Jaime Cerón
agosto de 2018