Entre el cuerpo ausente y su saturación, las imágenes de Ruven Afanador


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Año: 2002

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La fotografía a lo largo del último siglo, ha ido sometiendo paulatinamente a sus influjos todas las formas posibles de visualidad.  Una vez sobrepasado el dominio de la sensibilidad moderna parecería actuar, aun con mayor solvencia, como un instrumento estructurador de lo real, hasta el punto que es difícil concebir una proyección imaginaria que no tenga como parámetro la fotografía. Aprehendemos el mundo inicialmente por fotografías y esperamos confirmar su existencia nuevamente a través de ellas.

Uno de los mayores misterios, tanto para el pensamiento como para sus canales habituales de comunicación, es la dimensión y experiencia propios del cuerpo.  Estos parecerían ser los rasgos que mayor escepticismo y menor consenso pueden procurarle a cualquier sujeto contemporáneo.  Ante el cuerpo no son suficientes ni los discursos teóricos ni las representaciones visuales.  Su comprensión puede estar más cerca del piercing, el tatuaje y la moda que de los libros de anatomía.  Al respecto no es de extrañar el redimensionamiento que ha tomado la noción de superficie como categoría teórica, dentro de los enfoques críticos que han reubicado los problemas ligados a la apariencia y de paso los han vuelto relevantes

El cuerpo y la fotografía han tenido encuentros en muchos lugares tanto en la historia del arte como en la de la comunicación en general, abarcando un espectro tan amplio que involucra los retratos personales, los documentos de carácter científico, las prácticas convencionalmente conectadas con las bellas artes, las ilustraciones de publicaciones seriadas e incluso la pornografía.  

El arte contemporáneo a nuestro momento parecería haber cruzado su campo, entre otras cosas, con las formas comunicacionales señaladas anteriormente.  Sin embargo aun cuando pueda orientarse en diversas direcciones, dependiendo de las posturas propias de cada artista, varios autores han señalado su dependencia de una condición fotográfica.  Esta condición o fundamento podría entenderse como una salida necesaria a la asfixia producida por las convenciones estéticas, lo que se emparenta con la posibilidad de ubicar la significación y simbolización propias del arte en el mismo contexto en que habita el espectador.


vestíbulo

Ruven Afanador ha centrado su atención en la imagen fotográfica con relación al cuerpo básicamente en un solo frente: el estudio.  Ha utilizado la cámara para capturar retratos de sujetos visiblemente reconocibles y ha utilizado vestigios o rasgos concretos de cuerpos y rostros para traer a colación otra serie de asuntos que sobrepasan incluso la propia imagen del cuerpo.  La fotografía de modas podría ser un ejemplo de esta ultima opción.  Sin embargo las piezas fotográficas que él elabora parecerían aproximarse en diferentes sentidos a las preocupaciones que rondan la elección de la fotografía como medio por muchos de sus contemporáneos a la hora de aproximarse a la impronta del cuerpo. El cuidadoso nivel de elaboración de las “escenas” que registra puede aproximarse a las imágenes de artistas como David La Chapelle, Pierre & Gilles o Inez van Lamsweerde quienes de hecho se inmiscuyen en sus mismos frentes de trabajo. Sin embargo sus planteamientos y posturas, se pueden cimentar históricamente en otro tipo de referentes.  

Los primeros artistas que se aventuraron a producir imágenes fotográficas que fueran más allá de una simple dimensión documental, o que de hecho alinearan esa función de verificación del lado imaginario del deseo fueron los surrealistas. En ellos, a diferencia de los dadaístas, la imagen fotográfica trató de llenarse de un nivel de relectura e interpretación de lo real sin llegar a fragmentarlo.  Si se intentaba conectar la apariencia del mundo con la experiencia del deseo inconsciente, no hubiera sido creíble recortar pedazos de una imagen fotográfica para pegarlos junto a otros.  Por esto, los surrealistas recurrieron bien sea a procedimientos de cuarto oscuro o, a la recreación de situaciones fotografiables o, a la alteración de las condiciones intrínsecas a la toma fotográfica para hacer pensar que una determinada situación de fantasía estaba ocurriendo, por acción del deseo del espectador, dentro de su propio mundo.  De los treintas y cuarentas recordamos insistentemente las imágenes, que bajo estas características, elaboraron artistas como Jacques Andre Boiffard, Man Ray, Maurice Tabbard, Raoul Ubac, Hans Bellmer, Claude Cahun o Pierre Mollinier.

Durante los últimos treinta años muchas de esas actitudes han ido reapareciendo, dentro del panorama artístico, con las obvias transformaciones de los nuevos contextos y enfoques.  Junto a los tres nombres citados dos párrafos más arriba artistas de la relevancia de Francesca Woodman, Cindy Sherman, Yasumasa Morimura, Hiroshi Sugimoto o Mariko Mori, entre otros, han incorporado la imagen fotográfica a un terreno que no parecería ser muy natural a ella y es la puesta en cuestión del “estatus verdadero” de la realidad.  


sala de estar

Ruven Afanador presenta en Bogotá una serie de obras que, aunque se centran en la idea de la moda, abordan complejamente los problemas enunciados hasta este punto con relación a la imagen fotográfica.  Sus trabajos son construcciones altamente sofisticadas que soportan en la materialidad, tanto de la escena como de la imagen, toda su significación.  Desde la escogencia de las modelos, accesorios, lugares, referentes culturales e instrumentos de ambientación, Afanador señala su voluntad de redefinir el lugar del cuerpo como detonador de la experiencia inter subjetiva y de enfrentarlo a todo un orden de identificación dentro del cual ubicaríamos conscientemente lo humano.

Por la forma en que redibuja la geografía del cuerpo y como selecciona sus extensiones culturales, Afanador parecería compartir esa condición que definió Jeffrey Deitch como lo posthumano.  Sus personajes parecen seres cuya  existencia está autodeterminada más allá de los órdenes genético, biológico o natural en general.  En sus obras, el cuerpo se construye desde afuera, desde las situaciones que lo inscriben o lo determinan. En cada caso, aparecen referencias entrecruzadas que sostienen las premisas posmodernas del sujeto entendido como un efecto de hechos o circunstancias históricas que llevan a pensar en lo real como una continua perpetuación de orígenes perdidos.

Muchas de sus piezas, incluso borran los rasgos habituales de reconocimiento o identificación del cuerpo, produciendo una condición que suele nombrarse dentro de la iconografía actual bajo la categoría de cuerpo ausente.  Al observarse esta reconfiguración de la arquitectura humana, notamos más fácilmente que la vida cultural ha suplantado, como contexto para nuestra existencia, a la esfera de la naturaleza, dejando un vacío en lugar del cuerpo que viene a significarlo en ausencia.  La evolución orgánica, anteriormente responsable de nuestras transformaciones, ha cedido el paso a nuevos instrumentos de cambio de la conciencia como son el espacio electrónico o el massmedial, que no tienen referentes dentro de la “obra de dios” y por lo tanto no pueden ser vistos como representaciones de algo que “él” haya creado.

En otras ocasiones Afanador hipertrofia la corporeidad, dimensionando sus propios componentes orgánicos fuera de sus funciones habituales hasta transformarlos en signos autoreferenciales.  Este rasgo es otra forma de informalización del cuerpo, que antes de surgir de un vaciamiento aparece con la saturación de información.  Los accesorios, extensiones o prótesis que suelen rodear al ser humano en sus diversos roles, cotidianos o no, son un campo alterno de exploración que Ruven Afanador utiliza para reconstruir o reinventar esa dimensión aparente que soporta nuestra identificación como sujetos.

El cuerpo es en últimas un concepto altamente versátil, relativo y relacional.  Depende de cada tipo de saber que se le aproxime, el llegar a comprender y proyectar sus dimensiones intrínsecas o extrínsecas.  El terreno de la moda y sus particulares efectos culturales, es el campo que Afanador ha escogido como su laboratorio y la noción humana que surge de él tiene esa misma capacidad de confrontación que los mitos de la temprana modernidad que imaginaban un hombre que se construía desde si mismo.

Las posibilidades de que exista esa autoconstrucción aparecen en cada rincón de nuestro presente.  Ruven Afanador es una especie de detective que registra, persigue y reconfigura sus huellas.


Jaime Cerón
Bogotá, febrero de 2002



NOTA BIBLIOGRAFICA

Los conceptos fotográficos en que se fundamenta este texto son aportados esencialmente por Margaret Iversen en su ensayo ¿What is a photograph?, compilado en Psicoanálisis in art history y por Rosalind Krauss de sus ensayos Notas sobre el indice, partes I y II, Fundamentos fotográficos del surrealismo y Corpus Delicti, compilados los dos primeros en La Originalidad de la Vanguardia y otros mitos modernos y el último en L’amour fou, surrealism and photography.