Estímulos y limitaciones, el premio Botero al sesgo


Publicado en: Arteria.
Año: 2005

“Incidente”, la obra de Marco Mojica que recibió el Premio Botero, reinterpreta la fotografía catalogada de la instalación  “Extractor de atmósferas acumuladas”, de Elias Heim, que realizada en 19XX ubicaba ¨el carácter institucional del arte¨ en las tareas de las entidades que regulan su circulación. En ¨Incidente¨, Mojica desplaza dicho carácter institucional a la relación establecida entre las entidades culturales, las convenciones estéticas propias del trabajo artístico y los contextos culturales que funcionan como su pantalla de recepción.  De esta forma demuestra su interés por desmantelar la concepción más arraigada de arte al final de la modernidad, que se limitaba a la pureza mediática y la autoreferencialidad idealista, que eximían el arte de las contingencias culturales e históricas que lo determinan.

La ironía del trabajo de Mojica no solo radica en introducir una instalación dentro del código cultural de la pintura ilusionista, con los efectos institucionales que este gesto conlleva, sino en agregarle un personaje, una abengada mujer de limpieza, que vincula las condiciones de clase, género y sexualidad que la instalación parecía descuidar.

La convocatoria del premio fue realizada por la Fundación Jóvenes Artistas Colombianos con el auspicio de importantes patrocinadores, incluido el pintor Fernando Botero, que aportó los recursos para el premio.  Un jurado internacional seleccionó como ganador a Mojica, quien se había destacado anteriormente en certámenes como el Salón de Arte Joven de Manizales y la Bienal de Bogotá.

Aunque llama la atención que se haya tenido que recurrir al criterio de personas de otros países para convalidar el interés en un trabajo artístico que ya había recibido una significativa atención en términos locales, resulta enteramente lógico si se analiza desde la perspectiva que dio lugar al mencionado evento.

El Premio Botero, emergió para “apoyar a los artistas jóvenes colombianos e internacionalizar sus obras” según señala la presentación de su catálogo. Sin embargo, lo único que lo separa de los otros eventos de su clase en Colombia (hay alrededor de 10 certámenes similares) es el elevado monto de su premio, comparado con la importante limitación de los medios que buscaba fomentar.

Aunque el Premio Botero se dirigía explícitamente a los artistas jóvenes, despreciaba el tipo de prácticas que caracterizan a las nuevas generaciones, y no buscó ningún tipo de enlace con las entidades y procesos que se han encargado habitualmente de la gestión de este dichas prácticas. Adicionalmente, la fundación organizadora unía la noción de apoyo a los artistas con la participación en la comercialización de sus obras, haciendo comprensibles las limitantes formales de la convocatoria.

Si este certamen tomara rigurosamente en consideración la situación del arte joven en Colombia, seguramente tendría otros componentes y ofrecería otro tipo de estímulos, más acordes con su naturaleza. La obra de Mojica parece desmantelar el sistema institucional expresado por el evento que la premió, tanto por lo dicho inicialmente como por su énfasis en la necesidad de construir sobre lo ya construido cuando se quiere comprender una situación o hecho. ¿Es eso lo que busca el Premio Botero? Si sus intereses son legítimos, esperemos que en futuras versiones el certamen reoriente sus prioridades y delimite con precisión que aportes haría a este campo en complementación a lo hecho por otros proyectos de carácter similar.


Jaime Cerón