La negociación con
el entorno natural parece haber sido el detonante de la dimensión cultural de
la especie humana desde sus inicios. La precariedad material ha obligado a los
seres humanos a buscar soluciones básicas para sobrevivir, que constituyen el
núcleo de la idea de invención o creatividad y que determinan estructuralmente
todas las tecnologías.
A pesar de los
siglos de experiencia histórica que han transcurrido desde las primeras transacciones
con lo real, aun persisten implacables signos de precariedad material en las
condiciones de vida de las comunidades marginadas por los sistemas hegemónicos
de poder económico. En las áreas rurales
de los países del tercer mundo, como Colombia, esas condiciones materiales
representan una dimensión adicional del conflicto cultural sobre el cual se
asientan gran parte de las problemáticas sociales y políticas.
Desde sus inicios,
la práctica artística de Jaime Tarazona se ha dado a la tarea de revisar
diferentes situaciones que ponen en evidencia el desequilibrio existente entre
las condiciones de vida del contexto rural frente al urbano en Colombia y en
particular en el Departamento de Santander,
de donde es oriundo.
Su proyecto de
grado titulado Frutos, del cual presentó un fragmento en la IV Muestra
Universitaria de Artes Plásticas, estaba centrado en las desigualdades entre la
producción y distribución de los productos agrarios, simbolizados metonímicante
por el plátano. Esta fruta tiene una fuerte carga
simbólicas, que involucra desde las exotizaciones neocoloniales (ser una banana
republic) hasta los mas cruentos conflictos políticos (la masacre de las
bananeras). El proyecto utilizaba la fotografía y la instalación de objetos
para generar una especie de espejismo entre lo real y su representación. Sin
embargo, lo que se ponía en juego era la raíz de todos los espejismos: la
economía de mercado. Esta obra hace que lo que “se
ponga en la balanza” literalmente hablando, sea el peso
simbólico de la lógica del capital.
En el proyecto Subdesarrollado,
realizado posteriormente, cuyos componentes se presentaron dentro del ciclo de
jóvenes artistas de la Alianza Colombo Francesa, en la VIII Bienal de Bogota y
en el X Salón Regional de Artistas, indagaba sobre una cuestión relacionada con
la obra anterior como es el nivel de desarrollo tecnológico de la industria
agraria en Colombia. De nuevo recurría a
una relación especular entre objetos cotidianos y representaciones fotográficas
para evidenciar la precariedad de las condiciones de producción técnica frente
a la exhuberancia de los recursos naturales. En este caso los productos
agrícolas referidos eran el tabaco y el café que tienen cabida dentro del
universo del ocio y no de la supervivencia, en lo que respecta a los
consumidores y que señalan otras dimensiones de la economía.
En una dirección
similar se han encaminado una serie de trabajos que
realizó mediante la apropiación de obras emblemáticas de la modernidad
artística producidas por artistas como Gustave Courbet, Edward Munch, Rene Magritte,
Joaquín Torres García o de los artistas
colombianos contemporáneos Bernardo Salcedo y Antonio Caro. En todas ellas, denominadas
genéricamente Covers, moviliza comentarios sobre las
situaciones culturales que determinan lo que es real para los habitantes de Colombia, que involucra distintas
contradicciones. Al recrear o
interpretar los íconos del trabajo de los artistas antes
mencionados usando imágenes fotográficas de hojas de coca, pone de presente que
esta planta tiene un valor simbólico y de uso dentro de las comunidades indígenas y otro muy distinto para los
sujetos occidentales, sobre todo cuando se convierte en cocaína. También
funciona como comentario del colonialismo cultural y la exclusión social.
En su obra Señales vuelve a utilizar la fotografía, pero en un sentido documental para registrar
una serie de carteles informativos de la economía informal que se genera a lo
largo de las carreteras de Colombia, en particular de la vía Bogotá
Bucaramanga. Con estas imágenes el realiza facsímiles de los carteles, en
pintura, que ubica dentro de diferentes situaciones para aludir a la
reconfiguración de la esfera de lo público por mecanismos económicos
subalternos fruto de la hegemonía económica.
De
forma casi paralela, desarrollo el proyecto los Durmientes que agrupa
dos series fotográficas acerca de otras facetas de las exclusiones sociales. En
la primera son retratados individualmente diferentes campesinos leyendo
atentamente libros y manuales sobre el manejo del agro en Colombia. A través de
ese tipo de texto se difunden, en otras cosas, las abstractas líneas de
política de estado que regulan y determinan, desde el centro, la actividad
económica concreta en la que se sustentan dichos campesinos. Esta serie se presentó
dentro de la Biblioteca del Banco de la República de la ciudad de Tunja. La
otra parte del proyecto, exhibida en los muros contiguos a los palcos del
Teatro Colón, mostraba a diferentes campesinos sumidos en un plácido sueño. Por
su ubicación señalan la distancia que los separa del tipo de actividad cultural
para la cual fue construido dicho escenario.
Su
obra Paisaje, lo condujo nuevamente al terreno de la instalación aunque
en esta ocasión lo hizo desde una perspectiva cercana a lo que tipificó Rosalind
Krauss como estructura axiomática. Con este término ella aludía a las obras que
intervienen en el espacio arquitectónico asumiendo sus rasgos dados como
límite. De esta manera, la construcción del sentido de una obra se sostienen
por su relación con las condiciones de apertura, estrechez, elongación, altura
y demás rasgos axiomáticos del sitio en que se ubica. Los elementos instalados eran una serie de
máquinas artesanales de uso agrícola cercenadas de tal forma, que parecían ya
fuera emerger o sumergirse dentro de una capa de grama artificial que cubría el
piso. Dado que la obra se extendía hasta los propios límites físicos del lugar,
llegaba a convertir otras características del mismo en representaciones
culturales. Al estar ubicada en el Centro Cultural de la Universidad de
Salamanca, aportada unas sutiles alusiones al trasfondo colonial en que aun se
“sumerge” la vida en el campo colombiano.
Su
trabajo más reciente hasta la fecha es El cielo con las manos, que
consiste en fotografías realizadas con cámara oscura en torno a edificaciones
representativas de diferentes municipios colombianos. Su atención en estas
fotografías se dirige al papel desempeñado por la imagen del cielo como
representación cultural del paisaje dentro de las artes visuales en
occidente. Para realizar estas imágenes
él tuvo que captar la luz del sol emergiendo u ocultándose, lo que hacía un eco
a las construcciones convencionales de los paisajes. Como decía Rosalind
Krauss, citando a Roland Barthes, “el realismo no consiste en copiar lo real,
sino en copiar una copia (pintada)”. Por eso los estudiosos del paisaje siempre
se fascinan con los relatos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX
cuando se hace muy visible hasta que punto la experiencia de la realidad estaba
siempre antecedida por una representación cultural. La literatura es generosa
en ejemplos en donde una mujer es bella porque se parece a una pintura o
escultura o donde un lugar es atractivo porque parece un paisaje, es decir un
género pictórico.
Jaime
Tarazona se mueve permanentemente entre referentes locales y globales y a
través de diferentes medios y disciplinas, para tratar de identificar un
contexto específico de acción que le otorgue pertinencia a su trabajo. Por lo
tanto su concepción de las prácticas artísticas se sustenta en encontrar
vínculos entre el arte y el campo cultural en general.
Jaime Cerón