Jaime Tarazona, entre lo rural y lo urbano


Parte de: Enfoques
Doce artistas colombiano UBS.


Año: 2005

La negociación con el entorno natural parece haber sido el detonante de la dimensión cultural de la especie humana desde sus inicios. La precariedad material ha obligado a los seres humanos a buscar soluciones básicas para sobrevivir, que constituyen el núcleo de la idea de invención o creatividad y que determinan estructuralmente todas las tecnologías.

A pesar de los siglos de experiencia histórica que han transcurrido desde las primeras transacciones con lo real, aun persisten implacables signos de precariedad material en las condiciones de vida de las comunidades marginadas por los sistemas hegemónicos de poder económico.  En las áreas rurales de los países del tercer mundo, como Colombia, esas condiciones materiales representan una dimensión adicional del conflicto cultural sobre el cual se asientan gran parte de las problemáticas sociales y políticas.

Desde sus inicios, la práctica artística de Jaime Tarazona se ha dado a la tarea de revisar diferentes situaciones que ponen en evidencia el desequilibrio existente entre las condiciones de vida del contexto rural frente al urbano en Colombia y en particular en el Departamento de Santander, de donde es oriundo.

Su proyecto de grado titulado Frutos, del cual presentó un fragmento en la IV Muestra Universitaria de Artes Plásticas, estaba centrado en las desigualdades entre la producción y distribución de los productos agrarios, simbolizados metonímicante por el plátano. Esta fruta tiene una fuerte carga simbólicas, que involucra desde las exotizaciones neocoloniales (ser una banana republic) hasta los mas cruentos conflictos políticos (la masacre de las bananeras). El proyecto utilizaba la fotografía y la instalación de objetos para generar una especie de espejismo entre lo real y su representación. Sin embargo, lo que se ponía en juego era la raíz de todos los espejismos: la economía de mercado. Esta obra hace que lo que “se ponga en la balanza” literalmente hablando, sea el peso simbólico de la lógica del capital.

En el proyecto Subdesarrollado, realizado posteriormente, cuyos componentes se presentaron dentro del ciclo de jóvenes artistas de la Alianza Colombo Francesa, en la VIII Bienal de Bogota y en el X Salón Regional de Artistas, indagaba sobre una cuestión relacionada con la obra anterior como es el nivel de desarrollo tecnológico de la industria agraria en Colombia.  De nuevo recurría a una relación especular entre objetos cotidianos y representaciones fotográficas para evidenciar la precariedad de las condiciones de producción técnica frente a la exhuberancia de los recursos naturales. En este caso los productos agrícolas referidos eran el tabaco y el café que tienen cabida dentro del universo del ocio y no de la supervivencia, en lo que respecta a los consumidores y que señalan otras dimensiones de la economía.

En una dirección similar se han encaminado una serie de trabajos que realizó mediante la apropiación de obras emblemáticas de la modernidad artística producidas por artistas como Gustave Courbet, Edward Munch, Rene Magritte, Joaquín Torres García o de los artistas colombianos contemporáneos Bernardo Salcedo y Antonio Caro. En todas ellas, denominadas genéricamente Covers, moviliza comentarios sobre las situaciones culturales que determinan lo que es real para los habitantes de Colombia, que involucra distintas contradicciones.  Al recrear o interpretar los íconos del trabajo de los artistas antes mencionados usando imágenes fotográficas de hojas de coca, pone de presente que esta planta tiene un valor simbólico y de uso dentro de las comunidades indígenas y otro muy distinto para los sujetos occidentales, sobre todo cuando se convierte en cocaína. También funciona como comentario del colonialismo cultural y la exclusión social.

En su obra Señales vuelve a utilizar la fotografía, pero en un sentido documental para registrar una serie de carteles informativos de la economía informal que se genera a lo largo de las carreteras de Colombia, en particular de la vía Bogotá Bucaramanga. Con estas imágenes el realiza facsímiles de los carteles, en pintura, que ubica dentro de diferentes situaciones para aludir a la reconfiguración de la esfera de lo público por mecanismos económicos subalternos fruto de la hegemonía económica.

De forma casi paralela, desarrollo el proyecto los Durmientes que agrupa dos series fotográficas acerca de otras facetas de las exclusiones sociales. En la primera son retratados individualmente diferentes campesinos leyendo atentamente libros y manuales sobre el manejo del agro en Colombia. A través de ese tipo de texto se difunden, en otras cosas, las abstractas líneas de política de estado que regulan y determinan, desde el centro, la actividad económica concreta en la que se sustentan dichos campesinos. Esta serie se presentó dentro de la Biblioteca del Banco de la República de la ciudad de Tunja. La otra parte del proyecto, exhibida en los muros contiguos a los palcos del Teatro Colón, mostraba a diferentes campesinos sumidos en un plácido sueño. Por su ubicación señalan la distancia que los separa del tipo de actividad cultural para la cual fue construido dicho escenario.

Su obra Paisaje, lo condujo nuevamente al terreno de la instalación aunque en esta ocasión lo hizo desde una perspectiva cercana a lo que tipificó Rosalind Krauss como estructura axiomática. Con este término ella aludía a las obras que intervienen en el espacio arquitectónico asumiendo sus rasgos dados como límite. De esta manera, la construcción del sentido de una obra se sostienen por su relación con las condiciones de apertura, estrechez, elongación, altura y demás rasgos axiomáticos del sitio en que se ubica.  Los elementos instalados eran una serie de máquinas artesanales de uso agrícola cercenadas de tal forma, que parecían ya fuera emerger o sumergirse dentro de una capa de grama artificial que cubría el piso. Dado que la obra se extendía hasta los propios límites físicos del lugar, llegaba a convertir otras características del mismo en representaciones culturales. Al estar ubicada en el Centro Cultural de la Universidad de Salamanca, aportada unas sutiles alusiones al trasfondo colonial en que aun se “sumerge” la vida en el campo colombiano.

Su trabajo más reciente hasta la fecha es El cielo con las manos, que consiste en fotografías realizadas con cámara oscura en torno a edificaciones representativas de diferentes municipios colombianos. Su atención en estas fotografías se dirige al papel desempeñado por la imagen del cielo como representación cultural del paisaje dentro de las artes visuales en occidente.  Para realizar estas imágenes él tuvo que captar la luz del sol emergiendo u ocultándose, lo que hacía un eco a las construcciones convencionales de los paisajes. Como decía Rosalind Krauss, citando a Roland Barthes, “el realismo no consiste en copiar lo real, sino en copiar una copia (pintada)”. Por eso los estudiosos del paisaje siempre se fascinan con los relatos de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX cuando se hace muy visible hasta que punto la experiencia de la realidad estaba siempre antecedida por una representación cultural. La literatura es generosa en ejemplos en donde una mujer es bella porque se parece a una pintura o escultura o donde un lugar es atractivo porque parece un paisaje, es decir un género pictórico.

Jaime Tarazona se mueve permanentemente entre referentes locales y globales y a través de diferentes medios y disciplinas, para tratar de identificar un contexto específico de acción que le otorgue pertinencia a su trabajo. Por lo tanto su concepción de las prácticas artísticas se sustenta en encontrar vínculos entre el arte y el campo cultural en general.


Jaime Cerón