La topología del Salón de Arte BBVA
Publicado en: Arteria.
Año: 2007
Topologías, materia en tránsito es el título propuesto por Carlos Betancourt para la muestra que tomó el lugar del Salón de pintura joven del Banco BBVA. Los organizadores de este certamen decidieron abandonar la ortodoxia de su enfoque para permitir que los artistas propusieran sus propios límites mediáticos. Adicionalmente transformaron los mecanismos de convocatoria, solicitando portafolios y eliminando el tope de edad, y modificaron la conformación de la exposición que dejó de recaer en las labores de juraduría para hacerlo en la práctica curatorial.
El trabajo de los jurados que seleccionan los participantes en una exhibición, suele caracterizarse por una falta de contexto y por un exceso de distancia frente al trasfondo que soporta el trabajo de los artistas. Esto muestra la enorme deuda de este modelo con las concepciones artísticas dominantes durante la modernidad, en donde se asumía que las obras era universales, ahistóricas y aculturales. Si el arte era solamente arte, su valoración dependería de sus intrínsecas cualidades estéticas y formales y no de la relación con los contextos socioculturales en que se producían.
Sin embargo, las actuales perspectivas teóricas se han empeñado en demostrar el sesgo político que se moviliza al pensar que el arte tenga validez universal al estar fuera de la historia y la cultura, dado que esta pretensión de universalidad es en si misma histórica y cultural.
En América Latina, las prácticas curatoriales emergen de la contingencia y la particularidad dado que han apostando por estudiar el ámbito local. El riesgo que esto implica se entiende como una proposición teórica y política en una perspectiva pos colonial. Como lo ha dicho Mari Carmen Ramírez, es desde la curaduría y no desde el discurso de la historia del arte, que se escribe la historia de las prácticas artísticas en América Latina.
Volviendo al proyecto Topologías, materia en tránsito curado por Carlos Betancourt, vemos que hay un planteamiento concreto desde los procesos artísticos articulados como conjunto. Ellos señalan como alternativa la transitoriedad,contingencia y situacionalidad de los significados. Sin embargo el hecho de no haber comunicado en la convocatoria el enfoque teórico, puede haber generado falsas expectativas en muchos aspirantes (se presentaron más de 500 artistas) que son fantasmas que han rondado los salones desde el siglo XIX.
Los proyectos reunidos proponen un sentido tangible y clarifican los rumbos que orientan la actividad de muchos artistas de diferentes generaciones. Comparten muchas presunciones sin ser en ningún caso homogéneos. Se destacan algunas piezas como la instalación de Milena Bonilla, que reflexiona sobre las representaciones culturales que convierten el tiempo y el espacio en el territorio y el recorrido. Guardando una relación de escala, enrolla extensiones de hilo proporcionales a la dimensión de determinados lugares, de forma que los ovillos resultantes reconfiguren sus imágenes mentales que ahora son inseparables de una labor doméstica. También es interesante y vital el trabajo de Liliana Sánchez o el de Gabriel Antolinez, por su interacción con el límite lógico de las prácticas artísticas que es siempre la arquitectura.
El único aspecto de la muestra que no parece movilizar complejamente el enfoque teórico de la curaduría es la concepción del montaje de las obras. La similitud morfológica y no la confrontación conceptual parece haber sido el eje que guió la agrupación espacial de los proyectos, lo que hace emerger otro fantasma modernista: el tema. Estos parentescos formales pueden hacer pensar que los capítulos del enfoque curatorial se planteen como categorías fijas y no como los sesgos transitorios que sugiere el título de la muestra.
Aun así, es importante resaltar el valioso giro de este certamen que lo parece estar ubicando dentro de la lógica de operación de las prácticas artísticas de nuestra época y nuestro contexto.
Jaime Cerón