Las catedrales de Bernardo Salcedo
Publicado para la exposición -Catedrales- de Bernardo Salcedo en la Galería Alonso Garcés.
Año:2006
Desde sus inicios, el trabajo de Bernardo Salcedo se ha producido por la intervención sobre objetos y procesos existentes fuera del mundo del arte. Su generación, conformada a finales de los sesenta por artistas como Antonio Caro, Alvaro Barrios o Beatriz González, entre otros, ha sido denominada generalmente como “conceptualista”, dado su particular interés por enlazar la práctica artística con ideas externas a su ámbito tradicional. De forma similar a como ocurrió en contextos como el norteamericano o el europeo, muchas de las obras que en su momento fueron ubicadas por la crítica dentro de la categoría de arte conceptual, obedecían en realidad a un abierto interés por traspasar los limites disciplinares que contenían la práctica artística moderna.
La acción del bricolage, presente en procedimientos artísticos como el collage, el ensamblaje y el ready made le han facilitado la tarea de generar “objetos de arte” por la transformación o desmantelamiento de objetos culturales. Negociar con la realidad de “lo real” ha sido un desafío constante para los artistas a lo largo del último siglo, que los ha llevado a recurrir a estrategias primigenias de transformación de la materialidad de sus contextos inmediatos de existencia. Los artistas contemporáneos colonizan su entorno cultural con diversos mecanismos de intervención o interpretación sobre esa realidad concreta a la que se enfrentan y plantean estrategias diversas de comunicación que les permiten compartir sus posiciones con un campo social mas amplio.
Esa situación es muy similar a la que tuvieron que enfrentar los artistas que dieron forma a la vanguardia histórica de comienzos del siglo XX, que necesitaron actuar sobre o contra un campo, que parecía estar estructurado de antemano, y que no era otra cosa que “la institución arte”. Aunque en ese momento Las estrategias formales descritas más arriba, así como el performance, la instalación o el video arte tendrían como denominador común su poder para intervenir sobre sistemas de valor preexistentes. El concepto de bricolage, que el antropólogo francés Levi Strauss aportó para el análisis de principios comunicativos similares a los anteriormente descritos, involucra a la vez procedimientos materiales y conceptuales de resignificación y refuncionalización de toda suerte de hechos y artefactos, por lo que puede ser de utilidad para acercarse a esta última serie de obras de Bernardo Salcedo.
Las doce catedrales que ha elaborado recientemente, tienen un origen común: un arruinado altar de un templo, proveniente del mal llamado estilo colonial. El carácter barroco de ese artefacto se impone desde el dorado de los acabados y se percibe en los detalles decorativos que cumplían una función ideológica en los templos: querían convencer a los feligreses sobre la presencia de Dios en todas las cosas, hasta las más nimias. Las propuestas que elabora Salcedo desde las ruinas de este artefacto, una docena de catedrales, desempeñan semánticamente el papel de una metonimia, al transferir el valor de las partes del conjunto. Se trata de un conjunto de ensamblajes que se comportan como objetos autónomos, a la vez que funcionan como versiones reducidas de un hecho de otras proporciones, como ocurre con los tableros de juego (ajedrez, monopolio, parchis) o las maquetas arquitectónicas.
Todas las piezas de esta serie se relacionan directamente con el campo de la escultura, pero no se definen por sus límites convencionales. Él propone estructuras marcadas por una directa disyunción formal al punto que la información que proporciona cada una de las caras de las obras es discontinua con las demás, impidiendo que puedan leerse como el resultado de una lógica unitaria,. Estas obras utilizan estrategias comunicativas que intersectan una visión crítica dentro de la referencia que establecen dentro del mundo objetivo. Por esto recurren a la categoría de objeto, que les permite actuar en tiempo y espacio real. Esta continuidad espacio temporal entre las obras guía a los espectadores hacia si mismos y la traslación del campo de la cultura al campo del arte, presente en las obras les garantiza una serie de claves de interpretación, provenientes de sus propias experiencias vitales, que enriquecen los procesos de apropiación y comprensión de dichas obras.
La configuración dominante de todas estas piezas recuerda la morfología de las catedrales góticas, aunque el referente directo de sus materiales sea el barroco, lo que parece implicar una estandarización de las formas a través de las cuales la iglesia católica funcionó como la estructura dominante de las ciudades antes de la modernidad. Sin embargo no se podría decir que se trate de modelos de catedrales en si, porque hay un carácter compacto y cerrado sobre si mismo en todas las piezas que las hace ver como potenciales no-lugares. El juego que se produce en la superficie de cada obra, esta limitado a una paleta de dorado, plateado y negro que evidencia una ironía sobre la oposición dogmática entre luz y sombra o bondad y maldad. El carácter aparentemente desarticulado de las piezas las propone como anti-edificios lo que impide que veamos en ellas un posible uso como espacios de habitación. En ese sentido la opción que nos dejan es percibirlas como objetos disfuncionales que parecen irreductibles a una sola valoración y que dialogan críticamente con los entornos en que se ubiquen.
El hecho de convertir un fragmento del altar de un templo en una versión comprimida de una catedral informe, sugiere un proceso de entropía de las prácticas que tienen lugar en su interior, a la manera de la cárceles de Piranesi. Comprimir la experiencia religiosa, cuya propaganda ideológica fue hábilmente emprendida por varios siglos de arte occidental, dentro del espacio de una especie de maqueta tiene que ver con el intento por reubicar la valoración de lo sagrado en el contexto social y contextualizarlo ideológicamente. Esto no implica un juicio moral directo acerca de las actuaciones históricas de la iglesia cristian, pero si propone un cuestionamiento a su legibilidad y trasnparencia. Al respecto habría que mencionar la manera en que la iglesia cristiana funcionó como una institución hegemónica en occidente, en donde dominó la estructura de las ciudades a nivel urbano, social, político y económico. El carácter recóndito de las construcciones de Salcedo parece servir como un relicario en donde almacenar las viejas alianzas entre arte y religión.