Mateo López, lo falso de lo verdadero y lo verdadero de lo falso
Publicado en: Arcadia.
Año: 2006
Mucho es lo que se ha dicho sobre la aparente vocación del arte para imitar la realidad. Se han producido importantes debates al menos durante los dos últimos siglos y desde diversos puntos de vista, acerca de si lo imitable de lo real sería la apariencia de la naturaleza o las situaciones de la cultura. Sin embargo en el ultimo siglo, algunos teóricos y artistas han afirmado que tal vocación no existe en verdad, sino que es el resultado de un tipo de ideología que estructura una idea particular de mundo, dependiente de lo predecible y finito. En ese orden de ideas podría haber una concepción de arte que no responda a esa supuesta vocación y que por lo tanto afirme otros principios ideológicos y otras nociones de mundo, que reñirían con la primera.
El trabajo de Mateo López nos puede conducir a través de las dos caras de este debate, porque desnaturaliza el papel que desempeña la idea de imitación en el arte, desmontando su carácter inofensivo, y lo articula con la simulación y con la mímica que, en términos culturales, problematizan la realidad o veracidad de lo real y replantea la función política de las prácticas artísticas.
La coincidencia de escala, presente en muchas de sus piezas, facilita una identificación errónea entre cualquier objeto y su representación gráfica. Cuando descubrimos que un objeto, por ejemplo un billete, es en realidad un dibujo, nos sobreviene una confusión que tiende a afectar, no solo nuestra relación con la obra, sino la comprensión y experiencia que tenemos del objeto ella alude.
Para que este tipo de obras funcionen significativamente, ha sido necesario articular dos tradiciones artísticas políticamente opuestas: una que asume el arte como una suplantación o anticipación de las condiciones de vida —el realismo— y otra que lo concibe como una serie de acciones e intervenciones estratégicas para que las condiciones de vida se transformen –el apropiacionismo. Estas dos corrientes, por así decirlo, podrían recibir diferentes rótulos dependiendo del discurso desde donde se nominen. Sin embargo ese ejercicio de etiquetar no nos daría muchas luces respecto a la tarea de ubicar la importancia o interés que tendría el trabajo de de Mateo López, por lo que sería más favorable intentar seguir las pistas que nos plantea: los materiales, procedimientos y gestos escogidos, como los implicados en elaborar un recipiente de kumis en lápiz y papel que simule ser real.
Su obra se vale de la habilidad histórica de transferir información de un contexto a otro, presente en prácticas culturales como el dibujo y la pintura, para hacer referencia al mundo objetivo. En ese sentido él esta recogiendo los insumos aportados por varios siglos de arte occidental en el camino de aprehender “lo real”. Simultáneamente se apoya en otra forma de comprensión del mundo que consiste no tanto en reproducir su apariencia como analizar y replantear su estructura, como ha ocurrido en el arte más recientemente.
Considerando el doble rol que juega la imitación en el trabajo de Mateo López, se podría decir que sus piezas socavan la certeza de la experiencia del mundo objetivo cuando intentan reemplazarlo con facsímiles y simulaciones.
En la exposición adentro y en medio, presentada en la Galería Casas Reigner, López utiliza el canal de representación artística tradicional como el objeto de análisis, al construir un taller de dibujo a partir de imágenes y objetos que hacen mímica de las herramientas asociadas a la representación mimética. Es así como las técnicas que disimulaban la arbitrariedad de las convenciones que estructuran la imitación (perspectiva, enfoque, espacialidad, etc.) desnudan su parcialidad y artificialidad cuando se exhiben como prácticas culturales. Al encontrar que las hojas de papel rayado o cuadriculado de una libreta de dibujo, han sido a su vez dibujadas y coloreadas comenzamos a ver que esa matríz vacía que soporta neutralmente el proceso de configuración de las prácticas artísticas, el lienzo o el papel en blanco, ya posee una carga cultural y representativa. El lienzo o el papel representan una noción de arte y de mundo desde su propia existencia.
El taller, en la modernidad artística, se entendía como un espacio ahistórico y apolítico donde el pintor (hombre) se identificaba pulsionalmente con su modelo (mujer) para generar su proceso creativo. La creación artística se reservaba a los artistas (varones, blancos y heterosexuales) mientras que los demás sujetos debían identificarse pasivamente con sus efectos. En el caso de López el taller se desmitifica, no solo por inscribirse en el ámbito público, sino por mostrar la contingencia cultural y política que caracteriza lo que en él ocurre. El objeto que persigue su trabajo, es el propio vehículo que sostiene la representación, tanto en el arte como en el mundo, lo que produce la paradoja de que lo verdadero se revele como falso y lo falso como verdadero. Ante esa condición, los sujetos (de cualquier género) pueden explorar sus propias pulsiones y actuar creativamente desde sus intereses sin tener que asumir imaginariamente el papel que ha desempeñado el artista.
Jaime Cerón