Paisajes en varias coordenadas


Publicado en: ArtNexus. no. 152.
Año: 2017

En el tercer piso del Espacio Odeón el artista bogotano Alberto Baraya realizó una instalación que estuvo conformada por 9 pianos de cola y 40 pinturas de paisaje. Todos estos elementos generaban una intervención espacial a lo largo de toda la sala y estaban propuestos para generar una interacción directa con el público. La muestra se tituló Estudios comparados del paisaje. El tipo de interacción propuesta por la pieza requería de la participación activa de los espectadores para cobrar pleno sentido.  

Cualquier persona que visitara la exposición estaba invitada a descolgar una de las pinturas del muro, llevarla a alguno de los pianos, situarla en el lugar en que iría la partitura y luego “interpretar” esa imagen en el registro sonoro que estos instrumentos permiten: es decir tocando las teclas blancas y negras de la manera que deseara.  Al descolgar alguno de los paisajes, los espectadores descubrían que quedaba marcado el lugar en donde había estado situado, mediante un rectángulo gris del mismo tamaño que estaba pintado en la pared, como si de una sombra se tratara.

Las pinturas de paisaje suelen interpretarse desde al menos dos perspectivas. Por un lado puede considerarse el tema abordado que se asocia con unas coordenadas geográficas particulares asociadas a los usos sociales que han demarcado la manera de valorar ese pedazo de mundo. En ese sentido, el paisaje puede considerarse como una parte estructural de la construcción cultural de la naturaleza. Esta sería una perspectiva que da por sentado que existe una heterogeneidad de lugares latentes en el género del paisaje.

Sin embargo hay otro punto de vista que puede llegar a tomarse en cuenta para acercarse al paisaje y es la que llevó al artista a decidir que ese pedazo de mundo era un motivo valido para un paisaje. Desde estas coordenadas se llega a ver un continuum de rasgos formales y conceptuales que subyacen a todas las pinturas de paisaje. Como han señalado varios autores, el paisaje como genero pictórico parece anticipar el encuentro de tal tipo de escenas en la realidad, al punto que algunos han llegado a decir que cada paisaje encontrado en el mundo es una copia de un paisaje previamente pintado. Es decir que todas las pinturas de paisaje son la copia de la copia de la copia. Esta sería una perspectiva que asume que todos los paisajes son el mismo tipo de situación espacial y que la única singularidad del paisaje solo ocurre en el tiempo.  El pedazo de mundo que el artista ve como un paisaje solo existe durante los pocos segundos en donde las condiciones lumínicas y atmosféricas hacen que se parezca precisamente a un paisaje.  Es con ese punto de vista que coincide el espectador.

El proyecto Estudios comparados del paisaje se sustenta en la indagación sobre la construcción cultural de la naturaleza y parece tomar en consideración estas dos perspectivas de acercamiento al paisaje. Sin embargo la instantaneidad latente en la mirada capturada por los paisajes se llega a expandir o estirar cuando los espectadores toman su imagen como una guía para articular sonidos disonantes o consonantes que van hacia adentro y hacia afuera de ella.  El espectador puede estar en el lugar del que mira y clasifica la heterogeneidad aparente del mundo o puede alternar su lugar con aquel que percibe la estructura serial y repetitiva que arma la realidad.

Cuando la exhibición como conjunto y se ve a los demás espectadores interactuar con sus diferentes componentes, se logra identificar el ritmo que genera la interacción entre el tiempo y el espacio. Esto ocurre cuando se llega a seguir la pista de de una pintura pasando de la pared al piano y dejando una matriz o un molde latente al que posteriormente volverá. Unas pinturas rotan más que otras y algunas tardan más en regresar a su lugar. En el proyecto hay paisajes que aluden a diferentes contextos geográficos que pueden resultar extraños a quienes no los habitan, al punto que se podrían ser nombrados como exóticos. Sin embargo solo parecen existir ilusoriamente detrás del espacio convencional del muro en que están colgados sus soportes. Cuando los espectadores participan en el proyecto generan una suerte de danza que les otorga corporeidad, porque dejan de ser solo ilusiones y se vuelven objetos reales que se mueven dentro del espacio real de la arquitectura. Al situarse en el piano son nuevamente ilusiones espaciales que permiten proyectar la mirada. Esa danza es la que configura las verdaderas coordenadas en donde el paisaje es capaz de hacer referencia a la territorialidad del mundo, en donde se intercambian los sentidos del cuerpo, el tiempo y el lugar.

Jaime Cerón