A mediados de los años setenta, dentro de un contexto altamente crítico frente a las concepciones convencionales en las prácticas del arte y a partir de la expansión lógica de los medios y canales de circulación pública empleados por los artistas, surgió el proyecto Papel y Lápiz de Jonier Marín. Era un momento en donde parecía que cualquier actividad humana podría ser la base de enunciación de una obra de arte y que un acto artístico podría llegar a emerger de casi nada.
Dentro de ese hipotético mar de libertad que podría llegar a plantear un abanico casi infinito de posibilidades creativas, Jonier Marin concibió un proyecto centrado en el dibujo. Sin embargo, lejos de una aproximación convencional a esta práctica lo que pareció orientar el proyecto fue un ejercicio de colaboración colectiva que expandía los límites entre un acto de creación, un gesto de apropiación y una estrategia de circulación.
Él pensó en las posibilidades que brindaría el uso básico de lápiz y papel en un proyecto que partiera de la colaboración entre artistas que vivieran en diferentes países y que simplemente hicieran un dibujo. Sin embargo, a Marín de ninguna forma le interesaba generar una obra de arte postal. A partir de la creciente comprensión de las dimensiones imaginarias del mundo, que emergían del uso de canales virtuales para generar imágenes, Jonier Marín le proponía a un amplio conjunto de artistas unas coordenadas básicas para participar. Por un lado, estaba la idea de utilizar solo papel y lápiz como soporte tecnológico de cada pieza, pero por otro estaba el interés de contar con una fotografía documental -tipo pasaporte- de cada uno de los artistas participantes.
Finalmente, 50 artistas provenientes de las más diversas concepciones artísticas y que habían explorado una amplia gramática formal, realizaron sus dibujos y enviaron sus fotografías. Al mirar retrospectivamente esta pieza sorprende la relevancia histórica de muchos de sus participantes, pero también llama la atención la enorme vigencia que caracteriza la pieza. La sintaxis resultante, dentro de este conjunto, lograba movilizar una dimensión poética cercana a un haiku. La amplitud del espectro de nociones de dibujo solo es comparable con el proyecto “Dibujos de trabajo y otras cosas sobre papel no necesariamente entendidas como arte” que fue un discreto proyecto que Mel Bochner realizó unos años atrás pero que años después sería considerado por algunos como el primer proyecto de exhibición conceptual de la historia (eran 4 folders idénticos que contenían las mismas fotocopias de dibujos altamente heterogéneos).
Papel y Lápiz terminó siendo presentada de forma simultánea en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Sao Paulo (de hecho, inauguraron el mismo día), para lo cual Jonier Marín utilizo los dibujos originales enviados por los participantes en el museo de Bogotá y copias Xerox de esas mismas imágenes, en el museo de Sao Paulo.
Jaime Cerón
agosto de 2018