Polietileno,
situaciones imaginarias
Publicado en: Exposición Polietileno en la Galería Santa Fe.
Año: 2002
Uno de los cuestionamientos más generalizados, dentro del grueso del público que asiste a exhibiciones de artes visuales, es la distancia respecto a los “códigos” comunicacionales que las estructuran. Dos circunstancias pueden incidir para que se perciba esta condición: la ausencia de “códigos” en el arte contemporáneo y el recuerdo placentero que nos dejaron los juguetes.
La reciente discusión sobre el abandono de cualquier sistema de codificación para la producción de imágenes, nos llevaría a señalar que en realidad no hay una manera correcta de leerlas. No existe un conjunto de principios que se pueda traer a colación para ingresar a ellas, tal vez, porque su sentido obedece a la posibilidad de bloquear la comprensión o de generar una dimensión de conocimiento independiente de un modelo racionalista o causal.
En segunda instancia, se podría señalar la poca atención que prestamos a un antecedente de la insatisfacción que nos provocan muchas obras de arte, la cual se remite al comienzo de nuestras vidas. Tanto para Charles Baudelaire como para Bruno Bettelheim, los juguetes son para los niños formas de iniciación hacia la actividad artística. Susan Stewart, a su vez, plantea que los juguetes encarnan materialmente la ficción por lo cual nos introducen abiertamente en la fantasía. De esta manera, estos autores parecen coincidir en el hecho de que los juguetes generan un alto nivel de satisfacción en las personas que se identifican con ellos, a diferencia de la alta cultura en donde nunca encontrarán la misma certeza.
Para un niño, que aún no ha tenido pleno acceso al lenguaje, el universo será comprendido básicamente como imagen. Aprehender una imagen es equivalente a suponer un valor en lo real que es en verdad proyectado por el deseo que estructura el cuerpo. De ahí que Lacan llame a esta dimensión de experiencia “lo imaginario” entendiéndola como el dominio de la fantasía. Dentro de este tipo de construcción de lo real, la noción propia del Yo o la idea básica del Mundo, son conceptos que se entrecruzan, se traslapan y se transforman permanentemente. El universo, dentro de la dimensión imaginaria, no tiene una forma definitiva, por el contrario asume aquella que estemos en capacidad de suponerle. Por esto se diría que una experiencia imaginaria es aquella que está soportada directamente por la relación de identificación entre el cuerpo y los objetos que lo rodean. En este tipo de situación no tiene cabida la función de los códigos simbólicos característicos del lenguaje verbal (que Lacan denomina lo Simbólico). Estos vendrán a organizar y estructurar el mundo en donde la dimensión del cuerpo que define la función del Yo, se cruzará con la presencia de la ley que determina el rol del Sujeto.
Cuando Marcel Duchamp se enfrentó a las convenciones estéticas decidió reemplazar las categorías simbólicas que las soportan, con huellas materiales que llevaron de vuelta la atención de los espectadores al mundo de los objetos. Al eliminar los códigos simbólicos que mantienen atada la significación a los objetos, se podría decir que Duchamp les quitó su forma. De esta manera introdujo abiertamente el campo del deseo como el soporte principal de la actividad artística señalando que esa distancia, que nos separaría de una de estas obras, es la misma que nos mantendría alejados de la “dimensión imaginaria”. Por lo tanto las dos circunstancias que suelen verse como obstáculo hacia la comunicación entre los espectadores y los signos artísticos apuntan en una misma dirección: la represión de la función del deseo como motor de la existencia humana.
La exposición Polietileno indaga en la recurrencia tanto al campo imaginario en general, como al papel de los juguetes en particular, a fin de contextualizar un conjunto de piezas que parecen señalar direcciones distintas. Su nombre alude al primer material sintético que se utilizó en el mundo moderno para producir juguetes masivamente, aunque también hace referencia a la misma idea de artificialidad que puede entenderse como condición intrínseca de la cultura. Esta última ha reemplazado claramente a la naturaleza como contexto para nuestra experiencia hasta el punto que ha llegado a afirmarse que no existe ninguna actividad natural en el hombre.
En esta muestra se reúnen actitudes paradigmáticas de los distintos rumbos que pueden conducir a una exploración del campo imaginario. Por este motivo se dan cita reflexiones en torno a la educación, la apariencia, el fetichismo, la perversión y la identificación. Polietileno hace referencia a diversos tipos de traslación implícitos en nuestro deseo de desmantelar sutilmente, como lo haría cualquier niño, todo aquello que antecede nuestra existencia y que por lo tanto coarta o limita nuestras acciones.
Jaime Cerón