Uno de los efectos más preocupantes de los procesos de globalización parece ser la paulatina supresión de las diferencias culturales que caracterizan la acción social de los diferentes grupos humanos. Esta consecuencia actúa a su vez como causa, dado que produce una homogenización ideológica que al expandirse genera nuevos efectos globalizadores. En este escenario, se asemejan cada vez más entre si los fundamentos que modelizan la praxis vital de los diferentes sujetos hasta el punto que parecen sugerir que "el mundo es una sola cosa". Esta mitificación de las condiciones reales de existencia de acuerdo a una determinada representación ideológica de ellas, se sostiene por una codificación cultural de la experiencia llevada cabo por la insistente circulación de determinados estereotipos de información. De este modo, la unificación de las formas de vida marcha de la mano de la estandarización de los mercados que promueven los tratados de libre comercio que propicia el gobierno de Estados Unidos en diferentes latitudes y que se beneficia ampliamente de la uniformización cultural.
Los ámbitos en donde se palpan más visiblemente formas de resistencia a estos procesos de globalización son los de las prácticas artísticas y culturales, cuyo tarea se ha encaminado en gran medida al cuestionamiento y visibilización de los fundamentos ideológicos que configuran lo real. De tal manera, la oposición a estos estereotipos y formas de lógica, parece ser una estrategia recurrente dentro de los artistas más críticos de nuestro tiempo.
Santiago Monge ha leído desde el trasfondo antes mencionado la coincidencia del lanzamiento del video clip de la canción American Life de Madonna con los ataques del gobierno norteamericano al pueblo iraquí a comienzos de 2003, en relación con la censura de que fue objeto. El video inicial manifestaba una posición altamente crítica respecto al papel desempeñado por la expansión cultural, ideológica, económica y militar de los Estados Unidos en el medio oriente, pero fue reemplazado prontamente por una versión dietética que es la que circuló ampliamente por los medios.
Tanto la estrategia del video de Madonna, como la apropiación e intervención de sus rasgos por Santiago Monge comparten unos mismos supuestos conceptuales, que se relacionan con las formas de resistencia cultural, donde los emblemas de dominación se trasvisten en referentes culturales emancipadores. Es así como las imágenes fotográficas de Santiago Monge, parecen reelaborar las estrategias comunicativas anticolonialistas que fueron usadas en muchas imágenes producidas en el siglo XIX en nuestro país. En ellas el significado atávico de ciertos íconos religiosos, se utilizaba para recontextualizar el valor y sustentar el arraigo de la imagen publico de caudillos políticos o personajes revolucionarios. Es así como la eficacia de la representación de Policarpa Salavarrieta parecería provenir de los ecos que su efigie genera respecto a la Virgen María, o la de la representación de nuestro diversos próceres sosteniendo la bandera como si se tratara de la cruz en el Golgota.
Por lo anterior Santiago Monge observa la superposición de referentes culturales en el mencionado video de Madonna, la intensifica al añadirle nuevas capas de sentido que refuerzan la resonancia de los referentes iniciales y la complejiza al dimensionar las identificaciones que suscita su representación por la distancia que posee frente a los contextos primigenios en donde estos acontecimientos han tenido lugar.