Taller 7, un espacio de arte en Medellín
Publicado en: Taller 7, quince años.
Año: 2018
Para muchos de los integrantes del campo artístico colombiano, el Taller 7 de Medellín se inscribió claramente en dicho campo a raíz de su participación en el Encuentro de Medellín 2007, Espacios de Hospitalidad, sin embargo, para quienes habitaban en Medellín ya era un espacio conocido desde unos años atrás y el grupo de artistas que estaban al frente del espacio ya tenía varios años desarrollando proyectos artísticos.
El Taller 7 surgió como un grupo de artistas que compartieron una casa para trabajar, que luego dio origen a un espacio auto gestionado por artistas. Paulatinamente fue perfilando unas líneas de acción que estructuraron su rol en términos de sus apuestas de creación, formación, circulación e investigación. Para el momento en que surgió el proyecto había una entera limitación para la movilidad de los actores sociales del campo artístico dentro del país ya fueran nacionales o internacionales. Por esa razón fue tan importante que Taller 7 hiciera diferentes tipos de gestiones para generar un programa de residencias artísticas que en ese entonces eran enteramente novedosas como alternativas artísticas en Colombia, al punto que ni siquiera las grandes instituciones culturales de carácter público en el país habían logrado consolidar programas de este tipo.
Es interesante revisar la manera como el surgimiento de espacios artísticos suele provenir de la búsqueda de alternativas a una situación insatisfactoria y tiende a engendrar iniciativas que podrían leerse como posturas críticas o como reacciones opuestas a las razones de tal insatisfacción. El campo artístico de Medellín durante la primera década del siglo XXI evidenciaba una escena un tanto anquilosada que no planteaba espacios de encuentro con el contexto nacional e internacional, pero que tampoco ofrecía alternativas de dialogo al interior del mismo contexto local. Aun cuando contaba con dos museos muy visibles en el ámbito nacional e internacional, no parecía ofrecer espacios efectivos de intercambio entre los artistas jóvenes o entre ellos y los artistas de otras generaciones, que lograran materializar sus propios intereses. Es así como emergió en 2003 Taller 7, que generó paulatinamente diferentes tipos de estrategias y plataformas de trabajo que fueron respondiendo a los vacíos que los artistas y demás agentes del campo artístico de Medellín iban encontrando a medida que intentaban materializar sus iniciativas.
Por esa razón, en Taller 7, los artistas que hacían residencias tenían un lugar donde vivir y donde trabajar, pero sobre todo un espacio de colaboración, articulación y discusión con pares que les permitía contextualizar su vivencia en relación con las dinámicas artísticas de la ciudad. No se trataba de un espacio que se forjara en la perspectiva de tener que desarrollar y culminar un proyecto específico sino más en la expectativa de generar redes de trabajo a largo plazo. También muy tempranamente Taller 7 comenzó a ser habitado por un grupo de dibujantes que desde entonces ha mantenido el hábito de reunirse los viernes a dibujar. El Taller también ha funcionado como espacio de exhibición, como espacio de encuentro, dialogo y discusión y en ese sentido ha sido muy importante el tejido social que ha generado al incorporar cenas y fiestas como dispositivos de encuentro.
En la ciudad de Cali de los años 70, había una consolidación de casi una década de trabajo del Museo de Arte Moderno La Tertulia, que había permitido realizar entre otros, los Festivales Nacionales de Arte o las Bienales Panamericanas de Artes Gráficas. Sin embargo, esa consolidación fue vista como una institucionalización por parte de algunos artistas que terminaron por promover los Festivales de Arte de Vanguardia y que terminaron por fundar Ciudad Solar, que fue el primer espacio gestionado por artistas que existió en Colombia. Entre los años ochenta y noventa hubo intentos por abrir espacios independientes, particularmente en Bogotá, que tuvieron roles vitales mientras duraron, pero que en general fueron esfuerzos de corta duración, salvo en el caso del Espacio Vacío que estuvo activo durante varios años.
Fue en la primera década del siglo XXI cuando artistas en Medellín, Cali, Bogotá y Bucaramanga (entre otras ciudades) comenzaron nuevamente a pensar en la necesidad de contar con espacios gestionados por sus propios intereses y uno de los primeros en lograrlo fue precisamente Taller 7. Es muy significativo que este espacio haya sabido utilizar su articulación con los 3 Encuentros de Medellín que se han realizado hasta ahora (los MDE’s) como una caja de resonancia para fortalecer sus propias líneas de trabajo y darse a conocer cada vez más ampliamente en el campo artístico nacional e internacional, a la vez que enriquecieron con su conocimiento y experiencia el vínculo entre esos certámenes y el contexto artístico de la ciudad.
Poco menos de un siglo antes de que Taller 7 abriera sus puertas, fue fundado en Zurich el Cabaret Voltaire por el artista Hugo Ball, que podría considerarse como pionero en el terreno de los espacios autogestionados y cuyas propuestas fueron fundamentales para dar forma al movimiento Dada. A pesar de su corta duración fue tan clara su huella de vanguardia que en 2004 la ciudad de Zurich compró el edificio, lo restauró y volvió a abrirlo. Actualmente no es un lugar fundamental en la escena artística de Suiza, pero si es un punto de referencia en la ciudad. En comparación Taller 7, en sus 15 años de existencia parece que hubiera durado una eternidad, pero lo que aún no estamos en capacidad de comprender son las huellas que su actividad ha logrado imprimir en todos los artistas, curadores, críticos, estudiantes y espectadores que han sido alcanzados por cada uno de sus proyectos.
Jaime Ceron
Bogotá, agosto de 2018